Nada está bien. Quiero terminar con esto antes de que esto termine conmigo. Necesito encontrarme, porque me estoy perdiendo... Lo sé, lo siento. Ángel Blanco se fue lejos.

—¿Psicología evolutiva? —pregunto cerca de su nuca.

Gira y sus ojos negros se posan en mí. Con rapidez y disimulo contemplo su rostro, es la primera vez que la veo tan de cerca. Su piel es blanca como la porcelana, sus pestañas son mullidas y sus labios carnosos.

“Carajo”.

Ángel Blanco no es un personaje fácil y en lo personal a lo largo de los dos libros me generó muchas cosas, pero verlo en Roto te da otra perspectiva de lo complejo que es todo. No solo es que está perdido y ya no sabe quién es, sino que también debe lidiar con toda la mierda que va rondando en su vida, desde su trabajo hasta Venecia, su madre. En el primer libro la conocemos como una mujer “malvada” (por así decirlo debido a una escena en específica), pero este segundo libro nos aporta otra mirada ya que es una mujer que está al borde del abismo, claro que Ángel sufre mucho por su madre al verla así, y en muchas ocasiones ella le pide cosas por demás a su hijo cuando la vida de éste está tan destruida como la de ella. Me resultó una relación muy controversial y me dejó pensando, y creo que ese es el propósito, nadie es ni santo ni diablo.

—Ángel, quiero que me hagas tuya.

Las suaves cosquillas cesan. Mis ojos se abren. Las risas explotan.

—¡¿Qué carajo, Equis?! —Me incorporo de un salto del sillón—. ¿Qué mierda estás haciendo con esto? ¡¿Estás loco?! —le arrebato el plumero, con el cual me estaba acariciando.

—Bas... Rubiecita... —me imita y no puede contener la risa.

—Si no cierras la puta boca, te voy a patear tanto el culo que no vas a poder sentarte durante una semana —suelto, tirándole el plumero al pecho. Me dejo caer en el mullido asiento.

—¿Soñando cosas chanchas con la rubia, pervertido? —se sienta a mi lado.

—Claro que no —espeto con un gesto que pretende decir “qué ridículo”.

“Qué ridículo me siento por soñarla por segunda vez”